lunes, 17 de junio de 2013

Crónica de un huerto 8: Agresiones plumíferas

Yo imagino lo que se les debe pasar por la cabeza a los pajaritos cuando llegan a un huerto recién plantado y ven unos tiernos tallos verdes sobresaliendo de la tierra. ¡Qué bocado más sabroso! Y debe ser que ellos también están en crisis y tienen el estómago más vacío de los normal porque están acabando con las plantas a más velocidad que ninguna otra amenaza del huerto. A la mínima se acercan y "les cortan el gabis" a las pobres.



Este fin de semana hemos tenido que proceder a la replantación de los tomates ya que, al parecer, han sido sus víctimas favoritas. Pero ya no íbamos a ponernos a plantar semillas porque, si queremos tomates este año, más nos vale darnos prisa. Por tanto, hemos recurrido a la salvadora de siempre: la abuela Edu. Ella es, además de consejera, la mejor proveedora que jamás podríamos haber soñado por el cariño con el que nos da las plantas -que todo ayuda- y por sus métodos genuinos de germinación. 

El año pasado el hortelano mayor se deshizo en cabilaciones de cómo hacer un semillero. Hubo muchos trabajos de prueba y error. Así, tuvimos semillas en un semillero de madera con un cristal por encima para que hiciese de efecto invernadero, una nevera rota con un montón de cableado para meter bombillas y no sé qué... Pero el método de la abuela es el más infalible de todos: unas semillitas en un cubo y caminando. No invirtió tanto tiempo y tantos materiales dignos del chatarrero y, ahí la tenéis, sacando las plantitas de tomate. ¡Tan lerenda!


¡Gracias abuela! Si no la liamos parda y acabamos teniendo tomates, te los traeremos para que te hagas un buen pisto, gazpacho, ensalada o lo que tengas gana. ¿Qué haríamos nosotros sin ti?

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