jueves, 4 de diciembre de 2014

La jirafita abandonada


Si tuviera ojos, la jirafita me miraría triste y me imploraría que la terminase. Me diría algo así como: "¡Por favor! Yo también quiero jugar con el resto de los muñecos. Hazme un poquito de caso y dejaré de molestarte." Pero no encuentro el momento de coserle las manchitas y la cola y de, al fin, darle ojos. No te preocupes cuellilarga, pronto flor me dará un respiro y podréis jugar juntas durante horas.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Diario de una flor 2: ¡Qué frío!



El calor ya se fue y los árboles se deshojan veloces ante la llegada del invierno. Ella es una flor de verano y no conoce el frío ni el viento helado que pronto llegará a enfriar su naricilla.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Diario de una flor 1: Flor quiere descubrir el mundo



Flor quiere descubrir el mundo. Sus fronteras son pequeñas aún y yo gozo el momento fugaz en el que todavía soy una de ellas. Y con todo no tengo por más que decirle: ¡Ánimo vida mía! ¡Esos centímetros ya son tuyos!

lunes, 27 de octubre de 2014

And the winner is... ¡TORTU!


Sin redobles de tambor porque la foto habla por sí misma y le quita toda intriga al asunto, anunciamos que la ganadora indiscutible de los bichos con luz es la tortuga azul. La democracia es una maravilla. Gracias a todos por vuestras votaciones, han sido de un valor indiscutible.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Crónica de un huerto 16: Otro año más


Nada se ha escuchado aún del huerto este año. El verano ya ha terminado y pudiera pensarse que la falta de noticias se debe a la inexistencia él. Lejos de la verdad. Este año ha habido huerto y ricos tomates nos ha suministrado, a pesar de tener dos colaboradores menos y una falta absoluta de cobertura mediática. La reportera estaba más pendiente de otra florecilla que también crecía y tenía ganas de ver el sol. Descuido imperdonable. No obstante, el año que viene contaremos con una hortelana más que, aunque bajita, estamos seguros de que sus contribuciones serán de incalculable valor.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Mariquita vs tortuga


Patrick y yo nos encontramos ante un dilema, que a pesar de su aparente irrelevancia, lleva protagonizando nuestras discusiones durante muchísimo más tiempo del saludable. Quién nos iba a decir que Jara, aún sin saberlo, iba a traer a nuestras vidas broncas tan absurdas.

Queríamos buscar a Jara un proyector de estrellas para que se relaje por las noches y no tenga miedo de la oscuridad. Después de mucho buscar encontramos un peluche monísimo que, no solo proyecta estrellas, sino constelaciones reales. Una chulada. ¿Problema? ¡Nos han dado a elegir! 


Tortuga azul: ¿Por qué no? Yo pienso que el color es muy bonito y además como el caparazón es clarito, la luz que proyecta es más luminosa. No obstante, Patrick está totalmente en contra. ¡Las tortugas no son azules! ¡Qué locura!

  
Tortuga verde: Patrick considera que este es de todos los bichos el más correcto. El más fiel a la realidad, vamos. Y añade que mucho más elegante. Pero mi vena cursi se revela. ¡Es casi de color negro! ¡Jara es una nena! ¡Y es un bebé! ¡Jope! ¡Ya tendrá tiempo de ver las cosas de color negro!


Mariquita: Esta es la opción que, por ser mi favorita, ha recibido más críticas divertidas. Patrick dice que es cutre, que parece un conejo, que es una mala influencia porque es carnívora y que el color rojo incita a la violencia. Yo veo que es insecto muy mono y… ahora viene lo mejor… ¡10€ más barata!
¿Votaciones? ¿Opiniones? ¡Socorro!

martes, 7 de octubre de 2014

Madrugada de otoño


Huele a madrugada fresca y sobre el azul profundo del cielo aún brilla la luna de otoño, solo un poco antes de que el mundo despierte y el silencio huya.

martes, 16 de septiembre de 2014

Las brujas buenas



Esta es la historia de dos matronas muy simpáticas a las que durante el parto y el delirio del dolor llamé brujas. Así, con todas las letras. Dije muchas cosas porque a falta de gas de la risa me dio por hablar. La mayoría de las tonterías que dije ya se me han olvidado pero lo de brujas aún lo tengo fresco. Y el caso es que sigo pensando que son brujas, aunque ya no por haberme convencido de que parir en casa y permanecer alejada de la epidural era una gran idea, sino por otro montón de cosas. 

Amanda y Sonia fueron mis compañeras durante casi una semana, la semana que Jara tomó para decidir si de verdad tenía ganas de venir a conocernos o no. Se lo pensó bien. Contar todo lo que pasó durante esa semana interminable sería una historia muy larga. Pero para resumir, puedo decir que mirando atrás veo a mis matronas como jóvenes brujas conocedoras de misterios antiguos y olvidados que unen a las mujeres con la tierra. Y es entonces cuando me alegro de haberlas encontrado en el camino porque gracias a ellas yo fui libre de dejar que mi cuerpo recordara esa unión. Sentí el dolor, grité y maldije todas las historias de partos orgásmicos que había leído. Pero me sentí segura y libre porque mis matronas sonreían a mi lado y yo sabía entonces que Jara y yo estábamos bien. Solo que sin orgasmo. 

Ahora no sé qué habría hecho yo sin mis matronas. Desde el principio me dieron la información necesaria para ser responsable de mis decisiones, me enseñaron el proceso del parto porque con el saber somos poderosas, invocaron a la oxitocina con caricias y amor en lugar de con agujas y me acompañaron tanto que por un momento pensé que eran mi familia. Estuvieron conmigo durante el intenso parto en el que Jara vino al mundo y en el que mi marido casi pierde las manos. Siguieron estando con nosotros en la desesperación cuando Jara no agarraba el pecho y fueron ellas las que me llamaron para que dejara de llorar cuando las emociones y la situación pudieron conmigo días después. 

Mis matronas son geniales y espero que, a pesar de haberlas llamado brujas, acepten acompañarnos de nuevo en el futuro.

sábado, 5 de abril de 2014

Friends forever


Era solo cuestión de tiempo que mi madre se cansase de tener cajas llenas de cartas en la habitación que un día fue mi refugio, mi habitación propia. Ese hueco en el armario era demasiado goloso para seguir ocupándolo con morralla.

Ahora me toca revisitar y analizar qué parte de todos estos recuerdos de adolescencia voy a conservar. Cartas de amor, juramentos de amistad eterna, soliloquios, largas conversaciones por escrito durante las clases de filosofía... Según pasan por mis manos los folios, me asombro del número de cartas que necesitábamos escribirnos al día para comprender el mundo que nos rodeaba y me sorprende doblemente que fuésemos capaces de aprobar las asignaturas con tantísimos pájaros en la cabeza.