martes, 16 de septiembre de 2014

Las brujas buenas



Esta es la historia de dos matronas muy simpáticas a las que durante el parto y el delirio del dolor llamé brujas. Así, con todas las letras. Dije muchas cosas porque a falta de gas de la risa me dio por hablar. La mayoría de las tonterías que dije ya se me han olvidado pero lo de brujas aún lo tengo fresco. Y el caso es que sigo pensando que son brujas, aunque ya no por haberme convencido de que parir en casa y permanecer alejada de la epidural era una gran idea, sino por otro montón de cosas. 

Amanda y Sonia fueron mis compañeras durante casi una semana, la semana que Jara tomó para decidir si de verdad tenía ganas de venir a conocernos o no. Se lo pensó bien. Contar todo lo que pasó durante esa semana interminable sería una historia muy larga. Pero para resumir, puedo decir que mirando atrás veo a mis matronas como jóvenes brujas conocedoras de misterios antiguos y olvidados que unen a las mujeres con la tierra. Y es entonces cuando me alegro de haberlas encontrado en el camino porque gracias a ellas yo fui libre de dejar que mi cuerpo recordara esa unión. Sentí el dolor, grité y maldije todas las historias de partos orgásmicos que había leído. Pero me sentí segura y libre porque mis matronas sonreían a mi lado y yo sabía entonces que Jara y yo estábamos bien. Solo que sin orgasmo. 

Ahora no sé qué habría hecho yo sin mis matronas. Desde el principio me dieron la información necesaria para ser responsable de mis decisiones, me enseñaron el proceso del parto porque con el saber somos poderosas, invocaron a la oxitocina con caricias y amor en lugar de con agujas y me acompañaron tanto que por un momento pensé que eran mi familia. Estuvieron conmigo durante el intenso parto en el que Jara vino al mundo y en el que mi marido casi pierde las manos. Siguieron estando con nosotros en la desesperación cuando Jara no agarraba el pecho y fueron ellas las que me llamaron para que dejara de llorar cuando las emociones y la situación pudieron conmigo días después. 

Mis matronas son geniales y espero que, a pesar de haberlas llamado brujas, acepten acompañarnos de nuevo en el futuro.