martes, 2 de julio de 2013

Crónica de una huerta 10: La cuestión del andamio

Hemos tenido ya nuestra primera crisis hortelana que esperemos que se resuelva pronto para volver a la normalidad. Todo vino a raiz de la necesidad básica de las judías trepadoras de enroscarse en alguna parte y, como bien clarito lo deja el nombre, trepar. ¡Pobres judías! ¡Tendrán que subirse a alguna parte! Y aquí es donde viene el problema...



Parece ser que para el hortelano jefe no le eran suficientes los juncos del año pasado o los palos que mi abuelo le había indicado. Creo que es una cuestión de creatividad frustrada, ganas de grandiosidad, no lo tengo muy claro... Pero, en un descuido, el hortelano jefe ha plantado en todo el medio del huerto un pedazo de andamio que no se lo salta un caballo. 


Personalmente, creo que es una barbaridad tener ahí un mamotreto de hierro pintado de amarillo y creo que mucha más gente está de acuerdo conmigo a pesar de que les parezca extravagante y graciosa la ocurrencia. Casi me da un ataque cuando vi el panorama, así, sin previo aviso. No puedo visualizar la hermosura de la que me habla mi señor padre de dicho aparato ni tampoco su practicidad. Cuéntenme ustedes, ¿cómo vamos a poder pasar entre el frondoso e hipótetico túnel de judías trepadoras con esos barrotes cruzados cortándonos el paso? ¿Cómo vamos a coger las judías que crezcan por el interior del túnel intransitable? Como diría mi abuela, "esto no se le ocurre ni al que asó la manteca".


Pero por mucho que rabie, y a pesar de las continuas amenazas que he proferido contra tamaño despropósito, me da en la nariz que el andamio se va a quedar donde está. Las judías ya han empezado a trepar por él y una vez estén bien agarradas a ver quién es el listo que las cambia. 

De todo esto lo único que podemos hacer es aprender nuestra lección: no hay que dejar sin vigilancia al hortelano jefe porque es altamente peligroso.

1 comentario:

  1. Que mejor para una judia trepadora que subirse a un andamio.

    ResponderEliminar