lunes, 8 de julio de 2013

Crónica de un huerto 11: Genaro, ¿qué te hemos hecho?


Genaro, ¿dónde quedó aquel día en el que te convertiste en nuestro guardián? Ese primer día en el que aún conservabas la gorra y tu figura se recortaba altiva sobre el cielo del atardecer... Y, ¿qué me dices de los días siguientes? Cuando las hurracas te miraban desconfiadas y no se atrevían a poner sus patas sobre el huerto... Las tenáis a tu merced. Pero la decadencia pronto llegó a carcomer tu delgaducho cuerpo de palo. 

Lo primero en caer fue la gorra. Ese cabezón enorme y cuadrado no podía sostener la gorrita de propaganda que tuvimos a bien colocarte. Aún así, seguías erguido, manteniendo tu porte gallardo. Pronto, sin embargo, tus fuertes pectorales se te bajaron a la barriga y te convertiste en el típico hombre entrado en años con las patitas finas y un barrigón de miedo. Pero la gordura no había de durarte mucho tiempo... perdiste barriga y todo y te quedaste escualidito y sin autoridad ninguna frente a las traviosas aves que volvieron a zampar lo que veían a su paso. 

Pero es que ahora, Genaro, pareces haberte cansado incluso de estar de pie. Así nuestra relación no puede continuar. Yo sé que seguramente haya sido culpa nuestra pero tampoco es para ponerse así. Prometemos enmendarte, ponerte paja de la de verdad, quitarte esa camisa de cuadros horrible y, si es necesario, cambiarte de nombre y llamarte Geremías de una vez por todas. Pero, por favor, ¡no nos abandones!

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