miércoles, 31 de octubre de 2012

Jack O'Lantern, el espíritu del farol

Hoy me resulta inevitable recordar una historia irlandesa que habla sobre Jack, un hombre tacaño y mezquino que burló al mismísimo diablo. La leyenda cuenta que Jack invitó a una copa al diablo pero, como no quería pagar, le pidió que se convirtiese en una moneda para engañar al tabernero. El diablo así lo hizo y Jack guardó su maligna moneda en el bolsillo junto a una cruz de plata. Después de algún tiempo, Jack decidió liberar al diablo bajo la condición de que jurara que nunca reclamaría su alma y de que no le molestaría por más de un año. Así, el diablo y Jack tuvieron varios encuentros en los que el rey de las tinieblas acabó siempre engañado.

Cuando murió Jack, Dios se negó a dejarle entrar en el Paraíso. Una persona tan despreciable no podía mezclarse con las almas de la gente buena. El diablo, molesto por las mentrias de Jack y manteniendo su palabra, no le aceptó en el infierno. Así, el diablo abandonó a Jack en la noche oscura y solo le dio un carbón encendido para alumbrar su camino. Jack metió el carbón en un nabo vaciado y, desde entonces, su alma vaga por el mundo portando su improvisado farol. 

La gente comenzó a hacer faroles parecidos para ahuyentar a los malos espírituos la noche de Halloween. Esta noche en la que los espíritus salen de sus tumbas para buscar a sus familiares. Hay quien dice que los faroles se colocaban en realidad para que las almas encontrasen el camino a casa. En cualquier caso, hoy las hacemos para divertirnos y para recordar una tradición que no entendemos porque hemos olvidado las ideas mágicas y las frías y oscuras noches de otoño.

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