lunes, 27 de mayo de 2013

Mi abuelo


Los chaparrones caen estos días sin cesar en los corazones de todos los que te queríamos. Y como somos muchos, podríamos decir que no para de llover. Lloramos porque no podremos volver a verte ni a reirnos contigo y es que, perder de vista a una persona tan genial como tú eras, es perder mucho. 

Yo te quiero recordar riendo. Te recordaré también en los pequeños detalles con los que un día me hiciste feliz. Recordaré el calorcito cuando dormía contigo y con la abuela en invierno y la forma con la que cogías mis pies entre tus piernas para que no estuviesen fríos; los paseos por el campo y ese cachito de chorizo con pan que sabía a gloria; tu manía de asustarnos con los alicates cada vez que teníamos un diente de leche; el cielo estrellado de las noches de verano tumbados sobre una manta antes de que la abuela nos regañase para que no durmiésemos contigo a la intemperie; el modo en el que jugabas con la dentadura para hacernos reir; las campanitas de la viña y, sobretodo, tus historias y tu cariño.

Te echo de menos y lloro pero me siento contenta por ti. Has tenido una vida larga y plena dentro de su sencillez por la que muchos podemos envidiarte y de la que todos deberíamos aprender una buena lección. 

Descansa en paz, abuelo, y, si hay cielo, guárdanos un lugar calentito a tu lado para cuando nos toque el turno.




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