jueves, 14 de febrero de 2013

Un príncipe sin sangre azul


Hubo una vez una niña que soñaba, de las muchas que hay repartidas por el mundo. Todos los cuentos que leía por la noche tenían príncipes azules que rescataban a sus princesas de malvados dragones o de las manos grasientas de brujos malolientes. Como no podía ser de otro modo, ella también quería un príncipe perfecto y, como no encontraba ninguno al alcance que cumpliera sus expectativas, decidió inventarlo. Su amado era un espíritu del bosque que se disfrazaba de brisa para acariciarla el rostro y que, algún día, se haría visible ante ella para cogerla de la mano y llevarla a un mundo mágico en el que existían las hadas y en el que, protegidos de toda vileza humana, podrían ser felices por siempre.

Los años borraron las ensoñaciones infantiles pero cumplieron sueños nunca imaginados. Y así pasó, que en una playa de aguas frías, un día de primavera sin sol, encontró un príncipe sin sangre azul pero con las manos cálidas y el corazón feliz. Y, juntos, vivieron aventuras reales y se amaron con un cariño más profundo del que jamás vio cuento alguno. 

2 comentarios:

  1. Sangre azul nunca me interesaba... chocolates, si! De hecho, el principe podria irse a freir espárragos, despues de que me quede con los chocolates...

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  2. Jajaja, ¡qué mala! Bueno, si finalmente conseguías el chocolate por lo menos tu cuento tenía final feliz :P

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