Muchos de mis estudiantes,
sobretodo los que ya tienen sobre sus espaldas unos cuantos años que contar, me
dicen a veces: “soy demasiado viejo” cuando no pueden recordar alguna palabra o
cuando se equivocan aquí o allí. Para ellos y para todos los que nos asustamos
con el paso del tiempo tengo un pensamiento hoy:
Nunca es tarde para aprender cosas nuevas aunque parezca infinito el esfuerzo. Igual que nunca es tarde para jugar como una niña con las hojas secas del otoño.
Nunca es tarde para aprender cosas nuevas aunque parezca infinito el esfuerzo. Igual que nunca es tarde para jugar como una niña con las hojas secas del otoño.